Las alergias alimentarias destacan entre las condiciones más frecuentes en la práctica pediátrica, especialmente durante los primeros meses de vida de los pacientes. Ademas destaca en este sentido el reflujo gastroesofágico, que presenta síntomas similares, como regurgitación, irritabilidad y rechazo al alimento, lo que plantea un desafío para los pediatras a la hora de ofrecer un diagnóstico.
En este sentido, la Dra. Antonia Ivars, pediatra especialista del Hospital HLA San Carlos, ha destacado que, mientras el reflujo gastroesofágico se define como el paso del contenido gástrico hacia el esófago, lo cual ocurre de manera fisiológica en la mayoría de los lactantes debido a la inmadurez del sistema digestivo; las alergias alimentarias, particularmente la alergia a la proteína de la leche de vaca, se diagnostican cada vez con más frecuencia en lactantes, y "puede ser complicado distinguir entre ambos”.
Así las cosas, la figura del pediatra resulta clave en la evaluación, el diagnóstico, el manejo y el seguimiento de los lactantes con reflujo gastroesofágico y alergias alimentarias, y su oportuna intervención no sólo ayudará a aliviar los síntomas del bebé, sino que también proporcionará tranquilidad a las familias.
Para el diagnóstico, el pediatra debe dirigir una evaluación cuidadosa enfocada en distinguir entre ambas patologías, lo que incluye una historia clínica detallada para indagar sobre la existencia de antecedentes familiares de alergias, atopías, asma o intolerancias alimentarias, la observación de patrones, es decir, evaluar la relación entre los síntomas del bebé y sus factores desencadenantes como las tomas o la exposición a ciertos alimentos y evitar los sobrediagnósticos obviando los diagnósticos prematuros de alergias alimentarias sin una evidencia clara.
El pediatra también debe saber adaptar sus recomendaciones a las características y necesidades de cada lactante, de manera que siempre será conveniente que ofrezca estrategias no farmacológicas, como cambios posturales, para evitar la medicalización innecesaria; al tiempo que puede diseñar un plan integral que puede incluir fórmulas especializadas y detectar la necesidad de cuando tiene que derivar al bebé a un gastroenterólogo pediátrico o a un alergólogo en casos complejos.
Esta profesional ha señalado en este sentido que, “promover la lactancia materna es fundamental siempre que sea posible ya que es beneficiosa para la maduración del sistema digestivo y la microbiota intestinal. En casos de alergias o intolerancias, permite implementar dietas de exclusión en la madre, evitando fórmulas artificiales cuando no son necesarias”.
Así las cosas, las familias, especialmente los padres primerizos, tienen la necesidad de que el pediatra pueda ofrecerles unas pautas y también apoyo emocional, ya que pueden sentirse abrumadas ante los llantos o las regurgitaciones, dada su preocupación por el bienestar de su bebé.