Lo que se paga de más en España al padecer una intolerancia alimentaria

Lo que se paga de más en España al padecer una intolerancia alimentaria

Las enfermedades e intolerancias alimentarias tienen una alta presencia en la población española, y los precios la escasez de productos aptos, hacen difícil para las familias afrontar esta situación. Atendiendo a esta condición, hacer la compra puede requerir un auténtico esfuerzo económico para muchas familias, que deben encontrar productos que no incluyan los componentes que son perjudiciales para ellos.

 

Desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) estiman que, en España, entre el 1 % y 3 % de la población adulta, junto al 4 % y 6 % de los niños, sufren "consecuencias adversas para la salud como resultado del consumo de determinados alimentos o ingredientes alimentarios". Dentro de este grupo se hallan alergias, enfermedades como la celiaquía o intolerancias alimentarias a ciertos componentes como la lactosa o la fructosa.

Esto implica un coste superior al de la dieta normal, porque su elaboración supone utilizar otros alimentos más caros o porque el proceso de elaboración específico supone un sobrecoste para la empresa. En un amplio reportaje, el diario EL Mundo has seleccionado algunas de las intolerancias que suponen un amplio sobreprecio en la cesta de la compra para quien las padece. Estas son:

  • CELIAQUÍA

La celiaquía es una enfermedad con base autoinmune, provocada por la ingesta de gluten, que causa síntomas variados en las personas que la padecen. lo que implica que su dieta debe evitar el trigo, la cebada, o el centeno, entre otros. La Federación de Asociaciones de Celíacos de España (Face) establece una clasificación de los alimentos en función de la cantidad de gluten que incluyan: productos genéricos, que naturalmente no contienen gluten, como la carne, el pescado, los huevos, las frutas...; y los productos no genéricos, que pueden o no contener gluten, por lo que se necesita revisar su etiquetado.

En el Informe de Precios de productos específicos para personas celíacas 2024, realizado anualmente por Face y centrado exclusivamente en los precios de productos específicamente hechos sin gluten, se establece un gasto mensual de 142,03 € para una compra sin gluten, frente a los 51,39 € de una cesta normal, una diferencia de 176,38 % únicamente en los productos específicos.

De forma anual, esto se traduce en un coste de 1.704,40 € para una cesta de productos sin gluten, frente a una normal, de 616,68 €. A esta situación se le une el incremento generalizado de los precios, que de acuerdo con el informe de Face, entre 2023 y 2024 los precios de los productos sin gluten se incrementaron un 10,90 %, mientras que la cesta normal, para los mismos alimentos considerados, disminuyó un 38,20 %.

Un coste adicional que, según publica el informe de Face para 2024, podría incurrir en alrededor de 1.087 euros de diferencia respecto a la población general.

En torno a 14 o 15 países de la Unión Europea ya tienen implementadas diferentes tipos de ayudas para paliar el sobrecoste de la cesta de la compra, mientras que en España no lo tenemos, aunque en el caso de los celíacos que tengan la Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado (Muface) o que se acojan al régimen del Instituto Social de las Fuerzas Armadas (Isfas), sí pueden optar a ayudas económicas.

  • INTOLERANCIA A LA LACTOSA

Cerca del 70 % de la población mundial padece de intolerancia a la lactosa, una condición determinada de forma genética que se ha vuelto muy frecuente, según informa el portal de la Asociación de intolerantes a la lactosa España (Adilac).

De acuerdo con la comparación de precios realizada, dadas las mismas cantidades y tipos de productos, una cesta de la compra para un intolerante a la lactosa tiene un coste promedio superior al 14,28 % frente al gasto que implica una cesta sin productos específicos. Los productos fermentados, por ejemplo, yogures o kéfir, tienen un sobrecoste del 46 %.

Los lácteos son una categoría de alimentos a menudo muy presente en la cesta de la compra, marcando una diferencia de precio respecto a una cesta normal bastante importante para las familias, con una diferencia promedio de alrededor del 10 % en la leche, mientras se calcula un incremento del 30 % en la cesta de la compra sólo a nivel de lácteos.

A la hora de añadir productos más genéricos, también el precio se incrementa, ya que hay muchos productos, que no son los específicos, que utilizan también la lactosa, por lo que hay que buscar alternativas. Esto significa que la mayoría de jamones utilizan la lactosa, o la encuentras en muchos embutidos, por lo que a la hora de adquirir estos productos, tienes que buscar siempre alternativas sin lactosa, que normalmente son más caras.

Al final la cesta de la compra del intolerante a la lactosa se ve repercutida, no sólo por los lácteos, sino por la mayoría de productos. Por ejemplo, unas galletas sin lactosa, donde utilizan otro tipo de elementos, son evidentemente más caras; y a esta diferencia de precios, frecuentemente se le añade la dificultad que conlleva encontrar productos aptos, ya que este tipo de condición alimentaria no cuenta con la misma equivalencia de productos específicos en todos los supermercados.

De hecho, una mayor oferta de productos sin lactosa es una de las las necesidades que reivindican desde Adilac, además de una bajada de precios que iguale los productos sin lactosa a los normales, una mejor identificación de ingredientes mediante el sello oficial, y la correcta integración de los productos sin lactosa en los supermercados.

  • INTOLERANCIA A LA FRUCTOSA

Este tipo de intolerancia tiene su origen en la mala absorción de la fructosa, muy habitual en frutas y verduras, donde se encuentra de forma natural, y también es parte de los azúcares comunes, como la sacarosa. La dificultad de su tratamiento es que debe realizarse de forma personalizada, según explica la especialista en nutrición Inmaculada García.

De forma general, esta intolerancia provoca síntomas cuando el individuo ingiere ingredientes como el jarabe de glucosa-fructosa, el sorbitol, el manitol, el xilitol, el maltitol, el azúcar de caña, la miel o el jarabe de arce, entre otros tipos.

García explica que esta condición alimentaria puede ser de dos tipos: intolerancia a la fructosa de carácter hereditario, y la intolerancia a la fructosa por déficit del transportador GLUT5.

Pese a que no es tan popular como otras intolerancias, esta condición tiene su impacto económico en la cesta de la compra de muchas familias. Desde la Asociación de Afectados por Intolerancia Hereditaria a la Fructosa (AAIFH), su presidenta, Marta Ausín, asegura que se han visto obligados a ponerse en contacto con fabricantes para solicitarles información sobre productos aptos, e incluso pedir que los creasen.

Ausín achaca la ausencia de productos aptos para intolerantes a la fructosa a la ausencia de reconocimiento a nivel de normativa. En 2020, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) recogió en una nota informativa que "un operador alimentario podría utilizar de forma voluntaria la expresión sin fructosa siempre que no induzca a error al consumidor".

La escasez de productos específicos hace complicada su ponderación y evaluación respecto a una cesta de la compra normal. Por ejemplo, en el caso de un bote de mermelada de fresa, un intolerante a la fructosa no puede consumirla directamente. Sí es el caso del cacao soluble: mientras que una persona sin intolerancia podría consumir cualquier tipo, un intolerante a la fructosa debería optar una receta que no tenga azúcares añadidos.

En el caso de este alimento, la diferencia media de precios para una misma cantidad sería un incremento del 95,2 % para el intolerante a la fructosa. Asimismo, en el caso de los cereales propios del desayuno, una dieta normal podría implicar un gasto promedio de alrededor de 1,50 € por una caja de 500 gramos, pero un intolerante a la fructosa pagaría, de media, 2,79 €.

Sin embargo, y como aclaran desde la AAIFH, la etiqueta "sin azúcares añadidos" no suele cubrir las necesidades de este colectivo, de forma que los productos del término sin azúcares añadidos contienen polialcoholes para edulcorar o para conservar. Por ello, en la mayoría de los casos, los intolerantes a la fructosa optan por productos frescos, como carnes, pescados, huevos o leche, y cuando precisan de alimentos más procesados, optan por marcas específicas, pero a menudo no encuentran alternativas.

El sobrecoste económico de estos productos se fundamenta en las alternativas que existen para sustituir los ingredientes dañinos. Para explicar este factor, Ausín señala cómo un kilo de xilitol para edulcorar cuesta alrededor de 16 € de media, mientras que un kilo de azúcar común puede costar alrededor de 1,50 €. En el caso de productos embutidos, la necesidad de adquirirlos sin aditivos o conservantes también encarece su precio.

Más allá del incremento del gasto de las familias, también existen inconvenientes en la oferta de productos: la ausencia de alimentos aptos en los supermercados complica la situación de las familias, que ven reducida su opción de compra. Este hecho se ha constatado en la elaboración de las cestas de la compra para esta comparación, donde en ocasiones no se ha podido encontrar opciones alternativas entre los alimentos.

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