Cada año se producen en España más de 400 casos de intoxicación por setas, y algunos de los cuales acaban en muerte. Otoño es la estación en la tienen lugar la mayor parte de estas intoxicaciones, cuyo pronóstico varía en función de la cantidad de setas ingeridas y de la rapidez con que se acuda a urgencias tras el inicio de los síntomas.
Según ha explicado el doctor Moisés Labrador, adjunto del departamento de Alergología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, “la ingesta de una seta venenosa provoca un fallo hepático fulminante, de manera que cada minuto cuenta. Esto se produce porque, ante la aparición de un tóxico, el hígado intenta detoxificar el organismo por todos los medios, cosa que da lugar a una sintomatología variada que se va intensificando con el paso del tiempo. La gravedad de cada intoxicación depende sobre todo de la cantidad consumida, ya que no es lo mismo comerse una seta que diez, y de la rapidez con que se ha producido el ingreso hospitalario tras la aparición de los síntomas”.
Pese a que en líneas generales los pacientes se acaban recuperando por completo, todos los años se dan algunos casos de muertes por intoxicación.
En este sentido, Lorenzo Petrás, propietario de una tienda especializada en setas y autor del libro Comer setas (Planeta, 2020), “salir el domingo a coger setas alegremente como hobby es muy peligroso si no se conoce bien el terreno. Equivocarse es más fácil de lo que parece, así que mi recomendación es que ante cualquier mínima duda no se consuma la seta”.
En este sentiudo, Labrador ha alertado de que las setas más venenosas en España son la amanita muscaria y la amanita phalloides. La primera es la típica seta roja con puntos blancos en la que habitan los enanitos de los cuentos, relativamente conocida por el público general y con una toxicidad menos letal que otras; por contra, la amanita phalloides, que tiene un ligero color marrón, puede llegar a confundirse con otros hongos comestibles como el níscalo.
Ante la posibilidad de encontrarse con alguno de estos ejemplares, solo cabe una recomendación: que los neófitos se abstengan de comer las setas que cogen si no es bajo supervisión de alguien experto.
Cuando se ingieren setas venenosas, los síntomas suelen aparecer entre 6 y 12 horas después de su consumo, aunque en algunos casos pueden demorarse hasta 24 horas. En un primer momento, los afectados suelen experimentar vómitos, diarrea y malestar general, síntomas que podrían confundirse con los de una indigestión común.
Sin embargo, cuando la intoxicación avanza, el cuadro se agrava y surgen señales más graves, como la hipotensión (baja presión arterial) y la ictericia (color amarillento en la piel y los ojos). En esta fase, el hígado comienza a sufrir un daño significativo, ya que intenta procesar las toxinas sin control. “Es el momento en el que si no se actúa rápidamente, el fallo hepático puede ser fatal”, ha explicado el especialista del Hospital Vall d’Hebron.
Para evitar riesgos, es fundamental seguir una serie de precauciones cuando se va a recolectar setas. En primer lugar, es necesario ser extremadamente prudente y asegurarse de identificar con certeza cada seta antes de consumirla; teniendo en cuenta que tanto las setas comestibles como las tóxicas pueden compartir características similares, como el aspecto, el hábitat y la época de fructificación, cosa que aumenta el riesgo de confusión.
El resto puede provocar dolor abdominal o vómitos, pero en todo caso conviene ser prudentes, ya que hemos llegado a un punto en que la fiebre de ir a coger setas el domingo colapsa las carreteras de salida de las grandes ciudades, y muchas de esas personas no conocen bien las especies que cogen, porque este conocimiento solo se consigue con la práctica.
Los expertos destacan que debe evitarse recoger setas en áreas cercanas a industrias, carreteras o ciudades, ya que pueden haber acumulado contaminantes ambientales peligrosos. De la misma manera, las setas mordisqueadas por animales, rotas o envejecidas pueden ser difíciles de identificar y presentar menos valor nutricional.
Es fundamental también seguir ciertas prescripciones individuales de algunas especies, como no consumir setas como el coprinus atramentarius junto con alcohol, ya que puede causar efectos cardiovasculares adversos.
Por todo esto, tener acceso a fuentes bibliográficas confiables o contar con la ayuda de expertos micólogos es indispensable para asegurar una identificación correcta y evitar posibles intoxicaciones.
En este contexto, es importante saber diferenciar una intoxicación por setas, que provoca daños hepáticos graves, de otros trastornos relacionados con este alimento, como son las alergias o las intolerancias, ya que cada una de ellas requiere un enfoque diagnóstico y un tratamiento diferente.
En este sentido, Labrador ha explicado que “la intoxicación por setas ocurre de manera rápida y sus efectos pueden ser mortales si no se trata de inmediato. Las alergias, por su parte, son reacciones a proteínas específicas en ciertos tipos de setas, aunque no son muy frecuentes. Las intolerancias, cuyos síntomas son difusos, no se suelen deber a las setas en concreto, sino generalmente a un conjunto de alimentos”.
Además, el especialista subraya que existe una gran confusión en cuanto al concepto de alergia, de manera que “el 60 % de las personas dicen tener alguna alergia, pero en realidad solo el 4% tiene un diagnóstico confirmado. Es habitual que se confundan los síntomas digestivos indeterminados con alergias alimentarias”.
Los síntomas de una alergia suelen ser más específicos y se pueden identificar mediante pruebas cutáneas, inyectando una pequeña porción del alérgeno en la piel y observando la reacción. Así las cosas, si se descarta alergia, el paciente pasa a manos de un digestólogo, que será el responsable de evaluar mediante un conjunto de pruebas diagnósticas si existe una intolerancia o cualquier otro trastorno digestivo.