Un tratamiento temprano podría reducir el riesgo de los menores de padecer alergias

Un tratamiento temprano podría reducir el riesgo de los menores de padecer alergias

Las alergias infantiles han experimentado un crecimiento significativo en los últimos años hasta convertirse en un desafío para familias y profesionales de la salud; y mientras algunas pueden causar molestias leves, otras pueden derivar en reacciones severas que comprometen la vida de los menores.

 

En este contexto, los procesos de investigación médica avanzan en la identificación de estrategias preventivas, pero aún existen numerosas incógnitas sobre los mecanismos que desencadenan estas respuestas inmunológicas, motivo por el que el portal de National Geographic publicó un artículo sobre el fenómeno con perspectivas especializadas.

En España, uno de cada cinco niños ha sido diagnosticado con algún tipo de alergia, según la Asociación Española de Pediatría; mientras que en Estados Unidos, esta incidencia es aún mayor, alcanzando casi al 30 % de la población infantil, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

Se trata de un incremento que ha puesto en alerta a la comunidad médica, teniendo en cuenta que las alergias pueden manifestarse con síntomas que van desde urticaria y estornudos hasta anafilaxia, una reacción severa que puede poner en peligro la vida del niño. Este incremento de casos impulsó diversas investigaciones para comprender mejor los factores que predisponen a la infancia a desarrollar alergias, que en general han concluido que la predisposición genética juega un papel clave, de modo que cuando uno de los padres es alérgico, el riesgo de que el hijo también lo sea se eleva considerablemente.

Sin embargo, la herencia genética no es el único factor determinante; y la exposición a sustancias alergénicas en el entorno, el tipo de alimentación durante los primeros meses de vida o ciertas condiciones médicas pueden favorecer la aparición de alergias, con un abanico de manifestaciones alérgicas muy amplio y de variada en intensidad.

De esta manera, en algunos niños el contacto con un alérgeno puede generar reacciones cutáneas o respiratorias leves, al tiempo que en otros puede derivar en síntomas severos como inflamación de las vías respiratorias y shock anafiláctico, algo que requiere atención médica inmediata, y por lo que resulta esencial que padres y cuidadores estén atentos a las señales de alerta y consulten a un especialista ante cualquier indicio de reacción adversa.

Más allá de los alérgenos alimentarios, los niños pueden desarrollar reacciones adversas ante factores ambientales como el polen, los ácaros, los animales domésticos o ciertos compuestos químicos presentes en el hogar; pero la relación entre la exposición a estas sustancias y la aparición de alergias es compleja y todavía no se comprende por completo.

Uno de los aspectos claves en el desarrollo de este tipo de alergias es la predisposición genética. En este sentido, Rita Kachru, alergóloga e inmunóloga pediátrica de la UCLA, ha explicado que “el mayor factor de riesgo es la genética y los antecedentes familiares”, apuntando que los casos previos son un riesgo en el desarrollo de reacciones alérgicas para los niños.

Además del componente hereditario, el contacto temprano con ciertos alérgenos ambientales puede influir de distintas maneras. En el caso de los animales domésticos, algunos estudios sugieren que convivir con perros o gatos durante el primer año de vida podría disminuir la probabilidad de desarrollar alergia a estos mismos animales en el futuro.

Según Asriani Chiu, especialista en alergia pediátrica del Medical College of Wisconsin, la aparición de alergias depende de múltiples factores, entre ellos el sistema inmunológico y el entorno en el que se cría el niño; al tiempo que la exposición a sustancias alergénicas nocivas desde una edad temprana puede generar el efecto contrario. Por ejemplo, los niños que crecen en hogares con presencia de plagas como cucarachas o ratones tienen un mayor riesgo de desarrollar asma; mientras que la exposición repetida al polen en los primeros años de vida podría favorecer el desarrollo de alergias estacionales en lugar de prevenirlas.

En este sentido, Priya Katari, alergóloga e inmunóloga pediátrica del Weill Cornell Medical College, ha advertido de que “los signos más frecuentes incluyen urticaria, hinchazón, erupciones cutáneas, enrojecimiento, vómitos inmediatos, diarrea y dificultad para respirar".

Además, se da la circuntancia de que en el caso de bebés y niños pequeños, los síntomas pueden ser más sutiles; y los cambios en el comportamiento, como irritabilidad o retraimiento, pueden ser indicios de malestar alérgico cuando aún no pueden expresar lo que sienten. Ante cualquiera de estas señales, Katari recomienda consultar con un pediatra para evaluar la necesidad de pruebas de alergia y definir estrategias de manejo adecuadas.

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