La alergia a los metales afecta aproximadamente al 10-15 % de la población, pero lo más curioso es que en ocasiones está provocada por elementos saludables, tales como las verduras o el propio agua; convirtiéndose en un problema antiguo con manifestaciones modernas, y sin cura.
Entre las alergias a los metales más comunes se encuentran las alergias al níquel, cobalto y cromo, pero también hay casos de reacciones al cobre e incluso al oro; detsacando el hecho de que a las mujeres les afecta más que a los hombres.
Aunque la alergia a los metales pueda parecer algo novedoso, el primer informe documentado se remonta a finales de 1880, cuando se describió una dermatitis causada por la exposición al níquel. A día de hoy, sigue siendo un problema relevante que afecta la calidad de vida de muchas personas.
La alergia a un metal implica una reacción exagerada del sistema inmunológico ante ese compuesto, manifestándose inicialmente como un sarpullido que progresa con el tiempo acompañado de picazón.
Contrariamente a otras alergias, como la alimentaria, la alergia a los metales no tiene cura conocida; y la recomendación principal después del diagnóstico pasa por evitar la exposición al metal responsable, optando por objetos que contengan acero inoxidable, platino, titanio, oro de 18 quilates o plata de ley.
Aunque es tentador asociar la alergia a los metales solo con joyería y accesorios, como pendientes y pulseras, la realidad es que metales como el níquel están presentes en diversos objetos cotidianos, desde tijeras y llaves hasta utensilios de cocina y prótesis ortopédicas, lo que hace que la alergia a los metales sea potencialmente debilitante y afecte a múltiples aspectos de nuestra vida.
Con todo, lo peor es que hay grandes concentraciones en alimentos sanos que hay que incluir necesariamente en nuestra dieta, tales como el brócoli, los espárragos, los puerros y las cebollas; e incluso en el agua potable, tanto de consumo humano con en las minerales.
Así las cosas, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria recomienda no superar los 20 microgramosde niquel por litro de agua.
Aunque históricamente la alergia a los metales ha sido más frecuente en mujeres, el uso creciente de adornos por parte de los hombres, como pulseras y piercings, ha llevado a un aumento de casos en este grupo.
La genética también desempeña un papel crucial en estas alergias; de modo que algunas personas tienen una predisposición genética que disminuye la filagrina, una proteína esencial en la capa superficial de la piel. Esta deficiencia genética favorece la hipersensibilidad al metal, lo que puede explicar por qué algunas personas desarrollan alergias a los metales mientras otras no.
Cuando los síntomas sugieren una alergia a los metales, se realiza un diagnóstico mediante la llamada prueba del parche. Este procedimiento implica colocar un parche en la espalda del paciente durante 48 horas para observar posibles reacciones cutáneas.
A pesar de la falta de cura, se puede llevar a cabo modificaciones en los hábitos diarios y la dieta; y aunque se ha debatido sobre la eficacia de las dietas bajas en níquel, algunos estudios sugieren que pueden ser efectivas en el control de los síntomas en un porcentaje significativo de pacientes.