La intolerancia al huevo es un alergia alimentaria bastante común en los niños pequeños, y a pesar de ser una fuente de proteína de alta calidad, en numerosas ocasiones este alimento se evita por el miedo a una reacción adversa. Por este motivo, resulta importante abordar su introducción con precaución y de manera controlada con el objetivo de asegurar que el niño reciba los nutrientes que necesita sin comprometer su salud.
En este sentido, la técnica superior en Nutrición y Dietética Ana Luzón explica la manera introducir el huevo en la dieta de un niño con intolerancia a este alimento, teniendo en cuenta las pautas de seguridad alimentaria.
Segúl la especialista, en primer lugar hay que identificar la intolerancia al huevo, y según detalla, "antes de introducir el huevo, es esencial confirmar que el niño tiene una intolerancia o alergia real. Mientras que la intolerancia alimentaria se refiere a una dificultad en la digestión de ciertos alimentos, la alergia involucra una respuesta inmune, que puede generar síntomas graves como urticaria, dificultad respiratoria o anafilaxia
En segundo lugar la experta avvierte que conviene diferenciar entre intolerancia y alergia, de modo que "si bien la intolerancia al huevo es menos grave que una alergia, no debe subestimarse. La intolerancia puede causar síntomas gastrointestinales como dolor abdominal, diarrea o hinchazón. Los síntomas pueden ser más leves en comparación con una reacción alérgica, pero igualmente deben ser monitoreados de cerca".
Así las cosas, Luzón explica que "la alergia al huevo, por otro lado, puede desencadenar una respuesta más inmediata y peligrosa, por lo que, en este caso, se debe evitar por completo el consumo de huevo", al tiempo que asevera que la introducción debe ser gradual y controlada, de manera que "si el diagnóstico es intolerancia y no alergia, la introducción del huevo debe realizarse de manera progresiva y bajo supervisión médica".
En general, el proceso debe comenzar con cantidades muy pequeñas de huevo, como una pequeña cantidad de clara cocida, y observar posibles reacciones. Esta fase debe hacerse preferentemente en un entorno controlado, como en casa, donde se pueda actuar rápidamente si hay alguna reacción adversa. En este sentido la nutriciónista especifica que "se comienza con una pequeña cantidad de yema cocida, que suele ser más tolerable que la clara", y detalla que, más adelante, "puede probarse con una cucharadita de yema cocida bien triturada o mezclada con otros alimentos suaves como puré de verduras. Pero es importante esperar al menos 48 horas antes de introducir más huevo para observar posibles reacciones".
Ya en una segunda fase, la experta comenta que "si no hay reacción, se puede incrementar la cantidad de yema o comenzar a introducir la clara cocida, que es la parte más problemática del huevo en muchos casos", al tiempo que explica que "la clara es rica en proteínas que pueden causar una reacción más intensa en niños con intolerancia".
Con todo, la observación del niño debe ser constante, de manera que "después de cada introducción, es fundamental observar cualquier signo de intolerancia o malestar. Si el niño muestra síntomas como dolor abdominal, diarrea o hinchazón, es importante interrumpir el consumo de huevo y consultar al médico. Si no hay síntomas adversos, el huevo puede seguir introduciéndose de manera gradual", recomienda Luzón.
Por último, la experta señala que "se debe cocinar el huevo adecuadamente, siendo esencial cocinar bien el huevo para facilitar su digestión y reducir las posibilidades de reacciones adversas. Los huevos deben estar completamente cocidos, tanto la yema como la clara", motivo por el que recomienda "evitar prepararlos crudos o poco cocidos, ya que esto puede aumentar el riesgo de que el niño tenga dificultades para digerirlos. carnes magras, pescado, tofu, quinoa y productos a base de soja que ayuden a compensar la falta de proteínas del huevo".