La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), dependiente de los Ministerios de Sanidad, Consumo y Agricultura, Pesca y Alimentación, ha tenido conocimiento de la detección de la bacteria patógena Salmonella en unas almendras laminadas con origen en España.
La notificación ha sido transmitida por el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF) y tuvo como origen las autoridades sanitarias y de consumo en Dinamarca y Alemania.
El producto afectado corresponde a Almendras peladas y laminadas en los que se ha detectado concentraciones de la bacteria causante de la salmonelosis en 25 g.
El nivel de alerta ha sido calificado como "serious" o grave, aunque no hay constancia de consumidores afectados. Según precisa RASFF, el aviso fue notificado por la propia empresa tras detectar el positivo en una inspección de autocontrol.
Estos frutos secos han sido retirados de la circulación en Alemania, Dinamarca y España, y se ha procedido a la destrucción de lotes afectados en Suecia.
Las bacterias del género salmonella son la primera causa de infección alimentaria en la Unión Europea, junto a la E. coli y la Listeria monocytogenes.
Pese al elevado nivel de control, estos patógenos son extremadamente difíciles de eliminar por completo del proceso de producción alimentaria de huevos y tomates, que han sido foco de brotes de salmonelosis. Además, la resistencia bacteriana es otra amenaza para la seguridad de los alimentos.
La infección por salmonela tiende a ser leve o incluso asintomática, pero también puede provocar manifestaciones que habitualmente consisten en diarrea, fiebre y calambres abdominales. Esto ocurre de ocho a 72 horas después de haber entrado en contacto con el patógeno. La mayoría de las personas sanas se recuperan en unos pocos días sin tratamiento específico. No obstante, pueden pasar varios meses hasta que la microbiota intestinal recupere la normalidad.
En algunos casos, la diarrea asociada con la salmonelosis puede deshidratar al punto de requerir atención médica; y también pueden presentarse complicaciones que ponen en riesgo la vida si la infección se propaga más allá de los intestinos.
El tratamiento más habitual es la hidratación para reemplazar los líquidos y los electrolitos que se pierden por la diarrea persistente. En ocasiones se administran antibióticos, cuando el caso es grave o los médicos sospechan que la infección ha ido más allá del sistema digestivo y ha podido entrar en el torrente sanguíneo.