Harrison H. Schmitt, conocido como Jack, y que fue el último hombre que pisó la Luna, descubrió entre estornudo y estornudo, que era alérgico a este satélite. El caso es que tras pisar la superficie lunar, cuando regresó por primera vez al módulo y se quitó su traje espacial, Schmitt entró en contacto con el polvo que había traído consigo y... comenzó a estrnudar sin parar, al sufrir nada menos que una rinitis alérgica.
Schmitt, geólogo de profesión, fue seleccionado por la NASA en 1965 como parte de su primer grupo de científicos-astronautas; y en diciembre de 1972 se convirtió en el primer y hasta ahora, único científico en ir a la Luna con su participación en la misión Apolo 17. Como geólogo, Schmitt aportó una perspectiva única al programa Apolo e inauguró un cambio de enfoque en la NASA, que empezaría a seleccionar astronautas con habilidades científicas específicas, además de cualidades de piloto, a partir de entonces.
Para ello, utilizó un dispositivo llamado LOLA con el que realizó tres paseos lunares en el valle de Taurus-Littrow, cerca del Mar de la Serenidad. En estas excursiones, recolectó muestras de rocas y regolito lunar, instaló experimentos científicos y exploró la geología de la Luna de una manera que solo un geólogo podría hacer.
Schmitt jugó un papel crucial en la identificación de un tipo especial de roca volcánica conocida como "suelo anaranjado", que proporcionó evidencias de una antigua actividad volcánica en la Luna.
Con todo, la aportación más inesperada de Schmitt al programa lunar fue documentar su alergia a la Luna, y es que cuando regresó por primera vez al módulo lunar y se quitó su traje espacial, entró en contacto con el polvo que había traído consigo, y empezó a estornudar sin parar.
Según relató en su momento el propio astronauta, "la primera vez que olí el polvo lunar tuve una reacción alérgica, el interior de mi nariz se hinchó, se podía percibir en mi voz". Los síntomas eran leves, muy similares a los de la alergia al polen: estornudos y congestión nasal, y la reacción tardó días en desaparecer.
Han pasado cinco décadas desde que Schmitt dejó sus huellas en la superficie lunar, y en la NASA aún están estudiando la alergia al polvo de la Luna para anticiparse a este problema en misiones futuras.
A diferencia del polvo de la Tierra, moldeado y suavizado por la erosión, el polvo lunar es afilado como cuchillas bajo el microscopio. Además, inalterado por el agua y el viento, y cargado estáticamente, es capaz de flotar en la baja gravedad lunar y penetrar dolorosamente los pulmones humanos.
Este polvo causó problemas respiratorios en varios astronautas antes de que Schmitt describiera su situación como una "fiebre del heno lunar". Si bien era poco el polvo que entraba en el módulo lunar, podía ser peligroso para los exploradores lunares si se inhalaba de forma prolongada, y causó problemas al adherirse al rover lunar.
Tanto la NASA como la ESA trabajan ahora en soluciones para evitar la exposición al polvo lunar en astronautas, y han diseñado trajes, vehículos y hasta carreteras que minimizan la entrada y acumulación de este material.