Tres de cada cuatro pacientes etiquetados como alérgicos a la penicilina o a los antibióticos betalactámicos son falsos positivos, según asegura un estudio del Hospital de Bellvitge que ha comprobado además que la mayor parte de los alérgicos imaginarios a estos fármacos lo son desde la infancia.
Según ha advertido Gustavo Molina, especialista del servicio de Alergología del centro, estas falsas alergias a medicamentos comunes constituyen "un problema de salud propia y pública", ya que llevan al empleo de alternativas terapéuticas más perjudiciales, más caras y menos eficaces, al aumento de infecciones de heridas quirúrgicas o al incremento de tiempo de hospitalización.
De la misma manera, en estos tiempos se viene propiciando el crecimiento de las resistencia a los antibióticos en un contexto de aumento de las bacterias multirresistentes que representa una amenaza para la salud pública global.
El doctor Molina ha liderado un estudio con 249 casos de alérgicos procedentes de siete hospitales públicos catalanes: Bellvitge, Vall d'Hebron, arnau de Vilanova, Verge de la Cinta, Germans Trias i Pujol y Joan XXIII, que ha dado como resultado que al 74,3 % de los casos (184 individuos) se les ha retirado la etiqueta de alergia a la penicilina.
La mayoría de falsos positivos provienen de la infancia, a pesar de que existe evidencia suficiente de que la alergia a los antibióticos suele desarrollarse entre los 26 y los 54 años.
En opinión de Molina, los datos, que confirman los resultados de investigaciones similares, muestran la necesidad de aumentar la formación en alergia e hipersensibilidad "para que el personal sanitario mejore competencias en la identificación de reacciones y los efectos adversos esperables de los fármacos".
La alergia a la penicilina es una reacción anormal del sistema inmunitario al medicamento, utilizado para tratar infecciones bacterianas, que tiene como síntomás más frecuentes picores, sarpullidos y urticarias.
La causa de los falsos positivos son los efectos secundarios de la penicilina, como de otros medicamentos, o los propios síntomas de la enfermedad tratada, que son confundidos por una reacción alérgica al fármaco.
La retirada de las falsas etiquetas de alergia es una prioridad del sistema sanitario, al objeto de promover la optimización del tratamiento antimicrobiano ante el aumento de las resistencias a los antibióticos.