La prevalencia de las distintas alergias ha aumentado en las últimas décadas, y ya alcanza una incidencia del 8,5 % en los pequeños entre los seis y siete años de edad, y del 16,3 % entre los 13 y 14. Para solucionarlo, algunas líneas de investigación trabajan en el conocido como efecto granja.
En esta linea, un equipo de investigadoresd de la Universidad de Múnich ha concluido que tener contacto con animales de granja durante los primeros años de vida tiene un efecto beneficioso contra el desarrollo de enfermedades alérgicas respiratorias. Concretamente, este estudio se ha centrado en la rinitis alérgica, y con una muestra de más de 1.300 niños, los investigadores comprobaron que aquellos que habían tenido relación con granjas en su infancia desarrollaban en menor medida, a lo largo de su vida, síntomas de dicha dolencia.
Según sus datos, la prevalencia de estos fue del 10 al 24 % en los participantes que nunca habían tenido trato con granjas en su infancia y del 4 al 10 % para los que sí.
Según afirma Carmelo Escudero Díaz, del servicio de Alergología del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús y presidente del Comité de Alergia Infantil de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), "aunque aumentó en ambos grupos durante el seguimiento, se mantuvo más alta en aquellos sin contacto con la granja", al tiempo que asegura que "no es el primer estudio en esta línea, ha habido otros previos, y confirma una vez más el efecto protector a lo largo de la vida del contacto precoz con animales de granja".
Uno de los estudios anteriores a los que hace referencia el doctor es el publicado en 2016 por la revista New England Journal of Medicine, y buscaba respuestas a un aparente milagro, que no era otro que la pregunta de ¿por qué los niños amish no desarrollan asma?. La respuesta que encontraron estaba en el trato con animales de granja.
"Cuando se analiza ambas poblaciones para buscar una explicación, lo que se ve es que hay una diferencia entre las bacterias que colonizan el tracto respiratorio y el tracto digestivo de los niños que viven en granjas y en contacto con los animales y los niños de las ciudades", explica Escudero.
Las investigaciones apuntan a que esa diferencia se debe, principalmente, a que los niños que han crecido rodeados de animales de granja han tenido la oportunidad de tener relación con una mayor diversidad microbiana. "Estas bacterias, cuando tienen contacto con nuestro sistema inmune, lo entrenan para que responda de manera adecuada frente a estímulos externos y no actúe, como en el caso de las alergias, en forma de reacción frente a sustancias que, teóricamente, no tienen que producir daño, como por ejemplo el polen", razona el doctor.
Es lo que se denomina inmunidad entrenada, algo a lo que también hace referencia el estudio.
Los beneficios de estos hallazgos son varios. Afortunadamente, la rinitis alérgica está dejando de ser considerada como algo trivial y está empezando a ser vista como un problema relacionado con varias morbilidades que perjudican al día a día, tales como asma, conjuntivitis, dermatitis, alergias alimentarias, sinusitis, cefaleas y alteraciones del sueño.
De hecho, Erika von Mutius, una de las autoras de la reciente investigación, explicaba en una entrevista en The Guardian que la intención es, a partir de estos resultados y estudiando los beneficios del polvo y granja y la leche mínimamente procesada, "desarrollar un tratamiento que, en el mejor de los casos, logre prevenir el asma y las alergias". "Hay resultados muy prometedores y poco a poco lo estamos consiguiendo".
Escudero, de momento, prefiere no centrarse en un futurible, pero sí ver lo positivo de los hallazgos actuales y cómo ponerles en práctica en el presente, de forma que ha sentenciado que "ahora mismo no tenemos ningún producto que inhalado por los niños de ese efecto protector. Lo que habría que hacer es intentar promover esa relación con animales de granja para que se produjera el intercambio de bacterias beneficiosas".
La investigadora alemana opina por su parte que mientras que durante años la única línea de actuación ha sido la de evadir la exposición a los alérgenos en la infancia, puede que un cambio de paradigma, sea una solución: "Ya no se trata sólo de evitar, ahora hay un consenso sobre que necesitamos introducir las cosas que hemos perdido en nuestro estilo de vida".