La acción de algunos progenitores y profesionales de la salud que diagnostican alergia alimentaria guiados solo por sus impresiones y conocimientos desactualizados podría suponer un importrante riesgo para los menores que están a su cuidado, según algunos expertos.
Los expertos en alergias indican que el autodiagnóstico por parte de madres, padres o cuidadores se produce frecuentemente, lo que suelen calificar como peligroso, ya que supone la restricción de los alimentos que causan la reacción alérgica, y frecuentemente se restringen más alimentos de los necesarios. Al mismo tiempo afirman que el diagnóstico lo debe realizar un profesional especializado en el área que luego derive al paciente a un profesional experto en el área nutricional, que es quien se encargará de sustituir adecuadamente los alimentos restringidos por otros que no originen la reacción inmunológica, y reemplacen satisfactoriamente el aporte nutricional que aquellos representan.
De la misma manera, los expertos aseguran que en la actualidad hay un sobrediagnóstico de alergias alimentarias por parte de los profesionales de la salud, que también producen efectos perjudiciales a los pacientes.
Así las cosas, los especialistas defienden que durante el primer año de vida hay algunos órganos que se encuentran en entrenamiento, y uno de ellos es el sistema gastrointestinal, de modo que algunos síntomas, como los cólicos y el cambio en la consistencia de las deposiciones son propios de este proceso, y normalmente terminan aproximadamente al año de vida, siendo normales hasta esa edad, y pudiendo ser confundidos con alergias alimentarias, lo que provocaría llevar a un tratamiento equivocado.
Una de las primeras alergias alimentarias que se producen es a la proteína de la leche de vaca, que es de los primeros alimentos que consumen los recién nacidos. A ella puede sumarse la alergia a otros alimentos que se transmite a través de la lactancia materna o pueden ser adquiridas en etapas posteriores de la vida. Algunas de estas incompatibilidades desaparecen de manera natural en el transcurso de la infancia, generalmente entre los tres y cuatro años, mientras que otras se mantienen a lo largo de la vida, y pueden ser producidas por una variada gama de alimentos entre los que se destacan los huevos, pescados, mariscos, y el maní.
Los expertos explican que hay dos clases de alergias alimentarias: la primera está, mediada por inmunoglobulina E, de reacción rápida, que se desencadena en tiempos que van de minutos a pocas horas y producen una sintomatología intestinal, como diarrea, vómitos, dolor abdominal. También puede manifestarse con sintomatología respiratoria o de la piel, como urticaria y dermatitis; y en casos extremos, puede llevar a un shock anafiláctico, con riesgo vital.
El otro mecanismo mediante el cual se presentan las alergias alimentarias es a través de respuestas celulares, en cuyo caso las reacciones tardan más en aparecer, entre dos a tres días, y entre ellas destacan las deposiciones con mucosidad excesiva, estrías de sangre, irritabilidad, fatiga y malestar general.
Otras reacciones adversas a los alimentos pueden involucrar una reacción distinta del sistema inmune, el desarrollo de autoinmunidad; un buen ejemplo es la enfermedad celíaca, patología autoinmune que puede expresarse con síntomas gastrointestinales y extraintestinales.
En cualquier caso, la única forma de tratamiento conocido para las alergias alimentarias es eliminar el consumo del alimento que la provoca, lo cual tiene que ser supervisado por un profesional de la nutrición, sobre todo, si se trata de un alimento como la leche.
El escenario se vuelve especialmente complejo cuando se desarrolla alergia a múltiples alimentos, ya que estos casos requieren un tratamiento individualizado en el que es indispensable identificar cuáles son los requerimientos de la persona y realizar un plan de alimentación que cubra tanto las necesidades de macro como de micronutrientes.
Así las cosas, nuestros niños están viviendo en un ambiente tremendamente aséptico y por lo tanto no tienen contacto con microorganismos que logren entrenar el sistema inmune para que reaccione de manera adecuada frente a los estímulos.Por otra parte, varios estudios observacionales sugieren que habría factores que podrían ser protectores frente a la aparición de alergia alimentaria, como por ejemplo el nacimiento por parto normal versus cesárea, tener más hermanos, tener contacto con mascotas en casa, entre otros.
Entre las medidas que se aplican en la actualidad para disminuir la probabilidad de que se produzcan alergias alimentarias, está la de suministrar a los bebés toda la gama de alimentos, entre las semanas 17 y 26 después del nacimiento, lo que incluye algunos productos como huevos y pescados, considerados de mayor potencial alérgeno y que antes se recomendaba retrasar en su entrada a la dieta del niño.
Los expertos concluyen que el sistema inmune va madurando, y en vez de desarrolar una alergia, puede derivar hacia anergia, que es la no respuesta ante los potenciales alergenos, fortaleciendo así la tolerancia inmunológica.