El asma es una de las enfermedades más frecuentes en menores, afectando con mayor frecuencia a los niños que a las niñas. En España la prevalencia de la enfermedad se encuentra entre un 5 % y un 15 % de la población infantil, lo que supone que unos 400.000 niños la padecen.
La teoría inmuno-alérgica es la predominante en el origen del asma, de manera que estamos ante una respuesta exagerada del aparato respiratorio ante determinadas sustancias, conocida como “hiperreactividad bronquial”, siendo la característica común de la enfermedad y la responsable de que diversos y diferentes factores sean capaces de desencadenar los episodios de asma.
La atopia, los alérgenos externos como pólenes, polvo, ácaros, pelos, etc, las infecciones por virus o por bacterias, algunos alimentos, los medicamentos, el esfuerzo y la hiperventilación por ejercicio físico y hasta las emociones intensas, pueden ser todos ellos factores o circunstancias que pueden desencadenar una crisis de asma.
Debido a este variado origen y a que en muchos casos no se puede dilucidar la causa que lo desencadena, el asma se clasifica en dos grandes grupos: el asma extrínseco, aquel que está originado por alérgenos externos, y el asma intrínseco, aquel que no es posible reconocer o demostrar un alérgeno responsable.
De esta manera, el asma y la crisis asmática aguda se caracterizan por la triada sintomática de tos, disnea- taquipnea, fatiga respiratoria con ruidos respiratorios conocidos como sibilancias y en ocasiones dolor torácico; y se caracteriza por la presentación de estos síntomas de forma episódica e intermitente.
Cuando la evolución del proceso avanza en niños mayores, esta situación se cronifica y la fatiga, la tos y los ruidos respiratorios se manifiestan y aparecen en la forma de respirar del niño.
Las pruebas de alergia y de la función respiratoria son muy importantes en el control del niño asmático, pues a través de ellas estaremos informados del grado de afectación de sus pulmones y de la evolución de su enfermedad.
El tratamiento médico del asma debe ser individualizado para cada paciente, pues las características de la enfermedad y su respuesta ante los fármacos varía de forma notable de unos a otros.
Los medicamentos broncodilatadores beta adrenérgicos y los corticoides tanto en nebulización como por vía oral son los más utilizados y los más eficaces. En los niños la terapia desensibilizante a través de vacunas que contienen alérgenos causantes de la enfermedad se ha mostrado muy eficaz en muchos casos de asma extrínseco.
Afortunadamente, el pronóstico a largo plazo del asma infantil es favorable; y casi todos los niños que comienzan a sufrir el asma antes de los cinco años dejan de manifestarlo al llegar a la adolescencia. Es más, solo entre el 5 % y el 7 % de los asmáticos en edad infantil lo son en la edad adulta.
Sin embargo, si el tratamiento del niño a lo largo de su infancia no es el adecuado y no se controla bien el proceso, con revisiones de su función respiratoria y tratamiento médico eficaz, su infancia será más complicada y dependiente, y las posibilidades de que la enfermedad se cronifique y no se resuelva antes de la edad adulta aumentan.