Volar puede resultar una experiencia estresante para cualquier pasajero, pero para quienes padecen alergias alimentarias graves, se convierte en una auténtica prueba de resistencia. En este sentido, un reciente estudio de la Universidad Northwestern, publicado por la revista Journal of Allergy and Clinical Immunology, destaca las dificultades que enfrentan estos viajeros, aumentadas en ocasiones por el incumplimiento de las promesas hechas por las distintas aerolíneas.
El estudio, basado en encuestas a más de 4.700 pacientes y familias de todo el mundo, subraya que las políticas y prácticas de las aerolíneas en relación con las alergias alimentarias son la principal preocupación de estos pasajeros, por encima de factores como la proximidad del aeropuerto, la duración del vuelo o incluso el precio.
Las cifras revelan la magnitud del problema: al 20 % de los pasajeros encuestados se les prometieron anuncios de cabina relacionados con las alergias, pero no se realizaron; el 17 % esperaba zonas libres de alérgenos que nunca se establecieron; y el 23 % confió en disponer de alimentos seguros que no se les ofrecieron.
Esta falta de cumplimiento genera ansiedad y frustración entre los afectados, quienes señalan que las tripulaciones a menudo actúan de manera inconsistente, incrementando la sensación de vulnerabilidad a 10.000 metros de altura.
En este sentido, Lianne Mandelbaum, fundadora de la organización No Nut Traveler y coautora del estudio, compara volar con alergias alimentarias con un juego de azar, de manera que cada vuelo es una incógnita respecto a cómo se manejarán sus necesidades.
A estas preocupaciones se suma el temor a perder medicamentos esenciales, como los autoinyectores de adrenalina, debido a controles de seguridad aeroportuaria mal informados o negligentes.
Asimismo, algunas aerolíneas exigen certificados médicos para permitir volar a personas con alergias severas, un requisito que solo añade burocracia y estrés al proceso.
Un aspecto particularmente alarmante es que muchos pasajeros optan por no informar sobre sus alergias, temiendo enfrentarse al estigma o la burla de otros pasajeros y del personal de vuelo; y es que a menudo son reportados casos de ridiculización o incluso expulsión de vuelos tras solicitar medidas de seguridad, desincentivando la defensa de sus derechos.
Este fenómeno, según los investigadores, contribuye a una mayor invisibilización del problema. Sin embargo, el panorama no es del todo desalentador, ya que según el estudio, un tercio de los encuestados recuerda experiencias positivas en las que la tripulación fue proactiva y empática, proporcionando un alivio significativo.
En algunos casos, estas acciones derivaron de las experiencias personales de los propios miembros del personal de vuelo con las alergias alimentarias, demostrando que la formación y la empatía pueden marcar una gran diferencia.
Así las cosas, el investigador principal, Christopher Warren, ha subrayado que el estrés asociado con viajar podría reducirse sustancialmente si las aerolíneas adoptaran y aplicaran sistemáticamente políticas adecuadas; de manera que, aunque la implementación de estas medidas parece sencilla, la realidad muestra que aún queda un largo camino por recorrer para garantizar vuelos seguros y tranquilos para todos los pasajeros, independientemente de sus necesidades alimentarias.
En última instancia, este estudio llama a la acción tanto a las aerolíneas como a los organismos reguladores, para priorizar políticas inclusivas que brinden la tranquilidad que merecen quienes viajan con alergias alimentarias. Es decir, con un esfuerzo colectivo, el cielo puede ser un lugar más seguro para todos, incluidos los afectados por alergias alimentarias..