Recogen firmas para exigir la instalación de autoinyectores de adrenalina en los colegios

Recogen firmas para exigir la instalación de autoinyectores de adrenalina en los colegios

Un autoinyector de adrenalina le hubiera ahorrado un buen susto a Rocío el día que su hija alérgica sufrió en el colegio un shock anafiláctico. Desde entonces, recoge firmas para que se obligue a los centros escolares a disponer de estos aparatos y a que los profesores tengan una mínima formación de como aplicarlo.

Los autoinyectores de adrenalina se usan para detener los shocks anafilácticos que producen las alergias. Para un correcto uso de os mismos, primero hay que desbloquearlo, sujetarlo por el medio, y clavarlo en el muslo haciendo presión, y tras diez segundos, retirar y masajear. Fue lo que salvó la vida de la hija de Rocío.

"Comió un trocito de nuez y empezó a hincharse, se le empezó a hinchar la boca, los ojos", explica todavía afectada. En el colegio no supieron reaccionar y la llamaron a ella, que avisó inmediatemente al médico.

"No tenían ni la formación ni la medicación", se lamenta esta preocupada madre que desde entonces recoge firmas para que se obligue a colegios y restaurantes a tener estos autoinyectores en los botiquines.

En España una de cada diez personas sufre una alergia a medicamentos, veneno de insectos, pelo de algunos animales, látex, y sobre todo a alergias alimentarias, que lo provocansin saberlo, por lo que un posible shock anafiláctico les pilla por sorpresa.

En el 66 % de los casos se sufren fuera de casa, y un 18 % en los colegios. "El niño no se lo puede administrar, pero el profesorado formado y entrenado en el manejo de las reacciones anafilácticas podría ayudar perfectamente a la administración de la adrenalina", ha señalado Juan Carlos Cerdá, pediatra alergólogo de la SEICAP.

Para reconocerlo debemos atender la inflamación y picores en la piel, la dificultad para respirar, nauseas y dolor abdominal, mareos y sudoración. Sin embargo, seis de cada diez profesores no sabrían reconocerlo y el 90 % de ellos no sabría usar un autoinyector.

En el caso de los restaurantes, nadie les previene de lo que puede ocurrir con un comensal alérgico; sin embargo, en estos casos, cada minuto cuenta.

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