Si el aire que respiramos contiene dióxido de nitrógeno, partículas en suspensión, compuestos de azufre, de carbono, gases halógenos u oxidantes fotoquímicos, resultaría ingenuo pensar que no tiene un efecto sobre nuestra salud; sobre todo esos días en los que los niveles de contaminación superan con creces las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Unión Europea.
En relación con esto, los especialistas han constatado que la contaminación no solo afecta a los pulmones, sino que determinadas micropartículas se asocian a un aumento de los eventos cardiovasculares, como el infarto, las cardiopatías histémicas, anginas de pecho o ictus.
Además, durante los episodios de alta contaminación, se disparan las urgencias entre enfermos de asma y Enfermedad Pulmonar Oclusiva Crónica (EPOC), pero también otras complicaciones no relacionadas con el aparato respiratorio, como problemas de fertilidad en hombres y mujeres, obesidad, diabetes o problemas en el desarrollo cognitivo de los niños.
Para minimizar los niveles de contaminación, los médicos recomiendan que siempre que se pueda se elija caminar, ir en bicicleta o transporte público en los desplazamientos habituales. De esta manera, no solo se contribuirá a que el aire esté más limpio, sino que también se ganará en salud.