Un proyecto financiado por la Caixa Foundation y liderado por el CSIC bajo la denominación de SafeAir, desarrolla un dispositivo que optimiza el uso de los recursos energéticos y materiales para purificar el aire mediante el diseño catalizadores, haciéndolo de forma eficaz y sostenible.
El coronavirus y sus consecuencias pandémicas, nos ha obligado en repensar cómo podemos tener un entorno más seguro y limpio, y eso es justo lo que pretende SafeAir, un proyecto financiado por la Caixa Foundation y liderado por el CSIC, en el que participan los investigadores Miguel Á. Bañares y Ana Iglesias, del Instituto de Catálisis (ICP-CSIC), el investigador Antonio Alcamí, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO-CSIC), y las investigadoras Cristina Calvo, del Hospital Universitario La Paz, y María Luz García, del Hospital Universitario Severo Ochoa.
Según reconoce Miguel Á. Bañares, «este proyecto surgió como consecuencia de la crisis del coronavirus, la CoViD-19, que en casi tres años ha infectado a más de 600 millones y ha matado unos 7 millones de personas», de forma que su laboratorio prueba diferentes terapias para formar nuevos vasos sanguíneos en corazones con infarto.
Este equipo multidisciplinar combina la experiencia en purificación catalítica del aire, en virología y atención hospitalaria, respectivamente, para conformar un proyecto que comenzó en diciembre 2022 y tiene una duración de tres años, para el que se han contemplado cinco fases. «Comienza con el diseño de los catalizadores y su evaluación a escala laboratorio frente a diversos virus, y finaliza con la construcción de prototipos de purificación de aire», ha señalado señala Bañares.
Las pruebas en condiciones reales se realizarán en las áreas de pacientes pediátricos y en las unidades de cuidados intensivos neonatales de los hospitales de La Paz y el Severo Ochoa. Según el especialista, «una vez demostrada la eficacia de tales sistemas, éstos se podrán instalar en cualquier sitio: transportes públicos, edificios, oficinas, escuelas, gimnasios, centros comerciales y de ocio», y ha añadido que «pasamos cerca del 90 % de nuestro tiempo en espacios interiores, donde la exposición a patógenos en el aire es mayor que en espacios abiertos donde corre el aire y, por ello, es fundamental asegurar la calidad del aire que respiramos de puertas adentro».
La aproximación de este grupo de científicos difiere de los sistemas tradicionales ya que, según detalla Bañares, un filtro catalítico realiza el ataque en su propia superficie sin necesidad de atrapar al virus.En este sentido, ha explicado que «los agentes oxidantes no se liberan al ambiente, sino que se generan y actúan en la superficie del filtro catalítico, donde los virus son degradados, evitando así el riesgo para las personas o los equipos. Además de ser más seguro, un filtro catalítico podría usarse por un tiempo ilimitado; asimismo, los sistemas catalíticos consumen menos energía por patógeno inactivado. En conjunto, optimizamos el uso de los recursos energéticos y materiales para purificar el aire, haciéndolo de forma eficaz y sostenible».
Así las cosas, SafeAir traslada la experiencia de este grupo en la depuración de la contaminación química en el aire a depurar contaminación biológica en el aire. No obstante, según reconoce Bañares, «combinar ambas depuraciones en un sistema supone una complejidad mayor, ya que la naturaleza de los procesos es distinta».
En el caso de los patógenos, la purificación pasa por inactivarles, algo que se consigue causando un daño en el virus tal que es incapaz de infectar nuestras células. «El objetivo de la ciencia es explorar y descubrir nuevas aplicaciones para el bien de la sociedad. La investigación debe hacerse con una estrategia donde los resultados de hoy nos den un punto de apoyo para nuevos desarrollos mañana. Así, optimizada la inactivación de virus en el aire, podremos aunar ambas experiencias y explorar sistemas que puedan combinar la depuración química y biológica del aire en recintos interiores», ha explicado el experto.