Los lácteos están por doquier, pero a muchas personas la leche les sienta mal; sin embargo, no es lo mismo padecer intolerancia a la lactosa que alergia a la leche de vaca. La prevalencia de intolerantes a la lactosa en adultos es de un 15 % a un 20 %.
En la alergia a la leche de vaca, el sistema inmune reconoce como un alérgeno a la proteína de la leche y reacciona frente a ella. En la intolerancia a la lactosa, existe un problema enzimático que impide la digestión del azúcar de la leche, la lactosa, que al no digerirse permanece intacta en el tubo digestivo produciendo gas y ácidos, por fermentación, que causan distintos trastornos.
Las reacciones adversas a la ingestión de leche de vaca pueden producirse por tanto por incapacidad o limitaciones para digerir el azúcar de la leche, la lactosa. Se habla entonces de intolerancia a la lactosa, o por una reacción mediada por un mecanismo inmunológico frente a las proteínas de la leche en cuyo caso se trata de alergia a leche de vaca.
En los niños, las alergias suelen remitir con la edad, según el profesor Federico Argüelles Martín, jefe de Gastroenterología y Nutrición Pediátricas del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla. La intolerancia a lactosa, secundaria a otros procesos como gastroenteritis en los niños, suele ser autolimitada en su evolución. No ocurre lo mismo con la intolerancia tipo adulto que aparece, generalmente, a partir de los 7 u 8 años, y que es permanente.
En niños mayores, "la soja también tiene inconvenientes y de administrarla no será en forma de bebidas de soja sino como preparados especiales de venta en farmacia", aclara el pediatra.
Argüelles señala con especial énfasis que tanto en dietas sin leche como en dietas sin lactosa puede alterarse la mineralización del hueso, algo que se debe controlar. Cuando existe intolerancia a la lactosa se pueden tomar fórmulas de leche sin lactosa o bien aportar la enzima que digiere la lactosa en forma de comprimidos o gotas que se añaden a la leche.
La alergia a la leche de vaca es frecuente, más en niños pequeños, y puede producir síntomas graves que pueden llegar a la anafilaxia o reacción multiorgánica, urticaria, angioedema o colitis alérgica. No siempre es fácil de diagnosticar ya que puede producir síntomas no inmediatos que ocasionan trastornos, como la colitis alérgica, que se producen de forma tardía al consumo del alimento. De ahí la importancia de la dieta de provocación o exclusión para el diagnóstico definitivo.
Entre la población española, la prevalencia de intolerantes a la lactosa tipo adulto es aproximadamente de un 15 % a un 20 %. La intolerancia puede ser por ausencia congénita de la enzima que digiere la lactosa, lo que es en sí muy raro, o por lesión de las vellosidades del intestino que es donde se localiza la lactasa que rompe la lactosa para que pueda ser absorbida.
La lactosa no digerida permanece intacta en el intestino y provoca síntomas como dolor abdominal, diarrea, meteorismo e incluso estreñimiento.