Las intensas y constantes lluvias de estas semanas en prácticamente toda la geografía nacional, que este año se han retrasado y han sido muy continuadas van a favorecer que se adelante la temporada de alergias, que haya mayor cantidad de plantas alergénicas y, por tanto, que sea mucho más intensa en cuanto a los síntomas que provoque en los pacientes.
Las gramíneas son, sin duda, la familia de plantas para las que las últimas lluvias se convierten en el caldo de cultivo perfecto para su desarrollo durante más tiempo y con más vigor. En este sentido, según asegura Juan José Zapata, presidente del Comité de Aerobiología Clínica de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic), «después de varios años de sequía y de gran estrés hídrico, estas lluvias son ‘‘gasolina’’ para que esas gramíneas sean más dañinas».
Se trata de una situación que confirma también Jimena Crespo, especialista en Alergología e Inmunología Clínica en la Clínica Universidad de Navarra, quien ha detallado que «lo esperable es que la carga de polen ambiental sea mucho mayor en los próximos meses, lo que se significará que los afectados sentirán síntomas más graves».
A corto plazo, sin embargo, estas lluvias pueden suponer un pequeño alivio transitorio para las personas alérgicas a plantas propias del invierno, como las cupresáceas, «ya que las partículas alérgenas que había en el ambiente se han depositado en el suelo y se ha limpiado la atmósfera», ha concretado Crespo.
La realidad es que hace tiempo que las alergias dejaron de ser una cuestión exclusiva de la primavera, por lo que Zapata asegura que «ahora tenemos pacientes con síntomas durante todo el año, porque el aumento de la temperatura global de la tierra hace que los inviernos sean más cálidos y, con ello, que las plantas polinicen antes y los síntomas se alarguen durante más meses. Pero a esa extensión se añade, además, una mayor gravedad, pues la contaminación del ambiente hace que los pólenes sean más alergénicos, ya que las plantas se defienden creando más cantidad de polen y, dentro de ellos, con proteínas mucho más agresivas, por lo que son capaces de sensibilizar a más pacientes con síntomas más fuertes».
El caso es que el crecimiento de los últimos años del número de alérgicos en nuestro país resulta exponencial, hasta el punto de que ya se habla de unos 11 millones de alérgicos. En este sentido, Zapata ha recordado que «la epidemia no infecciosa más importante del siglo XXI ya es la que corresponde a la enfermedad alérgica, que aumentará un 50% en las próximas décadas, según apunta la Organización Mundial de la Salud (OMS)».
Este crecimiento ya se constata en las consultas de alergología, pero también en los servicios de Urgencias, donde llegan pacientes con crisis asmáticas que requieren atención urgente al presentar dificultad respiratoria, labios azules, torpeza para hablar e incluso adormecimiento.
Para no llegar a ese extremo "es fundamental que las personas con alergia acudan a su especialista para revisar su tratamiento y asegurarse de que lo están siguiendo correctamente", aconseja Rosa Pérez, responsable de la secretaría de divulgación de la Sociedad Española de Medicina de Emergencias (Semes).
De esta manera, ponerse en manos de un especialista es el camino más eficaz para controlar la alergia, ya que, por fortuna, cada vez existen más avances en el abordaje de esta enfermedad, de manera que la inmunoterapia, en forma de vacunas, ha supuesto una revolución que sigue avanzando.
En concreto, tal y como explica la especialista de la Clínica Universidad de Navarra, «antes poníamos vacunas frente a pólenes completos y ahora, al conocer las proteínas específicas de cada polen concreto que causa la alergia, podemos hacer tratamientos más dirigidos e individualizados. De esta manera es posible modificar la evolución de la alergia, ya que a largo plazo somos capaces de crear una respuesta inmunológica que persiste, lo que permite que, con un tratamiento de tres años, el paciente logre estar décadas asintomático o al menos con una gran mejoría en sus síntomas, además de prevenir nuevas sensibilizaciones, pues las vacunas también nos sirven para que ese paciente no se vaya haciendo cada vez más alérgico, que es lo que suele pasar».