La sarna o escabiosis ha sido una de las enfermedades que más ha crecido en las consultas de Dermatología en nuestro durante la pandemia del Covid-19, hasta el punto de que los casos se han multiplicado por 10 y, debido al confinamiento y el retraso de los tratamientos, se ha vuelto más resistente.
La sarna es una parasitosis que se transmite por contacto directo, piel con piel, pero también la puede transmitir el ácaro que provoca esta enfermedad a través de restos que puedan quedar, por ejemplo, en las costuras de un sofá, en la cubierta de una cama o, incluso, en la ropa.
Para establecer medidas de prevencióncon respecto a esta enfermedad, conviene conocer durante cuánto tiempo puede vivir fuera de la piel, por lo que un primer error en el tratamiento es relacionar la sarna exclusivamente con la falta de higiene o la pobreza, de la misma manera que en su ocurría con los piojos.
Con todo, la sarna es más habitual en ambientes desfavorecidos, pero no siempre es así, ya que se trata de una enfermedad infradiagnosticada en muchos países porque los síntomas pueden confundirse con otras afecciones de la piel.
Durante la pandemia, además de los tratamientos escasos, este fenómeno podría haber aumentado debido, en primer lugar, al confinamiento, el cual motivó a que millones de personas se tuvieran que quedar encerradas en sus casas y con un mayor contacto entre los convivientes.
Al convivir en un espacio cerrado durante más tiempo y compartir espacios comunes, aumenta el riesgo que si alguno de ellos presenta esta entidad lo pueda transmitir al resto.
Esta enfermedad se caracteriza por una erupción generalizada de la piel que es muy pruriginosa, y cuyo picor suele ser más importante por la noche. Las lesiones de la sarna están producidas por una alergia al ácaro, de tal modo que una persona con sarna sólo tiene 6 ó 7 insectos en la piel, pero la respuesta alérgica del organismo frente a la infección es la que produce la erupción.
También puede manifestarse como un picor intenso generalizado, sin existir lesiones o eurpciones. Esta respuesta alérgica necesita un tiempo para desarrollarse por lo que pueden pasar hasta 4 semanas desde que una persona se ha contagiado hasta que presenta síntomas.
Pese a que la sarna humana lleva documentada en la literatura médica desde hace siglos, no fue hasta 1687 cuando Giovanni Cosimo Bonomo, un médico italiano, descubrió al parásito causante de estas picazones: el Sarcoptes scabiei.
Quizá su diagnóstico llegó más tarde ya que resulta, en primer lugar, una enfermedad silenciosa, es decir, producida por un parasito invisible a simple vista que provoca lesiones y picores en la piel.
Por otro lado, en temporada de alergias, su sintomatología puede llegar a confundirse del resto de afecciones cutáneas que pueden presentar cuadros clínicos similares, lo que provoca un retraso en el tratamiento que puede aumentar la infecciones y favorecer el desarrollo del ácaro en el organismo, volviéndolo más resistente.
En el caso de los tejidos, como la ropa o las sábanas, la buena noticia es que estos ácaros precisan una fuente humana de sangre para sobrevivir y no pueden vivir mucho tiempo sin comida, de modo que cuando no están depositando huevos en el surco acarino o dando vueltas por la piel humana, los ácaros pueden vivir 2 o 3 días en otros lugares, como ropa, mantas y sábanas, toallas y otros elementos personales.
Los expertos explican que si alguien infectado se pone unos pantalones, los lleva durante unos minutos y poco después otro cliente repite el proceso con la misma prenda, no es imposible que ocurra algo así, lo que no significa que los supuestos casos detectados en tiendas de ropa sean falsos necesariamente, ya que la sarna puede quedarse en la ropa que se ha probado un cliente y pasar al siguiente que se la prueba. En cualquier caso, esto no es lo más habitual, y es más probable que el contagio llegara por otra vía más directa.