La fiebre del heno, polinosis o ‘rinitis alérgica estacional’ es una enfermedad causada por una reacción desmesurada del organismo ante la exposición al polen y las partículas de polvo que padece cerca de un 15 % de la población de nuestro país, y hasta un 30 % de los menores y jóvenes.
Se trata de una enfermedad comúnmente conocida como ‘alergia al polen’ o ‘alergia primaveral’, que se caracteriza por el picor en la nariz y los ojos, los estornudos y la dificultad para respirar, reduciendo así de forma notable la calidad de vida de los afectados.
La buena noticia es que existen tratamientos inmunológicos muy eficaces frente a esta fiebre del heno, aunque muchos de los afectados no consiguen una mejora de la sintomatología a largo plazo. Esto se debería, según un estudio llevado a cabo por investigadores del Colegio Imperial de Londres (Reino Unido), porque la inmunoterapia con pastillas o inyecciones no se mantiene durante un tiempo suficiente.
Según las nuevas evidencias, el tratamiento debe llevarse a cabo durante tres años. Según explica Stephen Durham, director de esta investigación publicada en la revista JAMA, "la exposición al polen de la hierba constituye un tratamiento muy efectivo para las personas que padecen fiebre del heno realmente debilitante. Así, lo que hay que hacer es tratar a los pacientes durante tres años, lo que conlleva que experimenten una gran mejoría de su alergia durante muchos años tras el tratamiento"».
Con la llegada de la primavera y el verano, los niños y adultos con fiebre del heno pueden recurrir a los espráis nasales y a los antihistamínicos para sobrellevar su exposición al polen o, llegado el caso, pueden someterse a inmunoterapia con píldoras o inyecciones con extractos de polen para mejorar o normalizar su respuesta inmune al alérgeno.
Según indica Stephen Durham, "la fiebre del heno provoca un deterioro significativo del sueño e impacta notablemente sobre el rendimiento escolar o laboral y sobre las actividades de ocio durante un período que, para la mayoría de nosotros, supone la mejor época del año. La mayoría de la población responde a los tratamientos habituales con espráis nasales y antihistamínicos, pero hay una proporción de afectados que no responde adecuadamente o que experimenta unos efectos secundarios inaceptables con estos tratamientos".
Los resultados del estudio mostraron que, al cabo de dos años del mismo, los participantes que tomaron las píldoras o recibieron las inyecciones mostraron una mejoría muy significativa de sus síntomas y, por ende, de su calidad de vida. Sin embargo, el efecto no tuvo un carácter permanente, ya que aquellos que dejaron el tratamiento al cabo de estos dos años no experimentaron los beneficios de la inmunoterapia en la siguiente primavera.
Es decir, alcanzado el tercer año, los efectos de la inmunoterapia a dos años son similares a los del placebo. Según explica el director de la investigación, "nuestro trabajo muestra que si bien ambos tipos de inmunoterapia son muy efectivos, dos años de tratamiento son insuficientes para mantener los beneficios a largo plazo".