El cambio climático es un fenómeno científicamente comprobado que consiste en el calentamiento del planeta, lo cual está provocado por las emisiones de combustibles, especialmente combustibles fósiles, sobre todo a partir de la Revolución Industrial.
Los especialistas defienden que la principal consecuencia del cambio climático es el efecto invernadero, lo que produce un aumento de la temperatura del planeta, lo que conlleva varios resultados, tales como una mayor germinación de plantas, especialmente de las gramíneas tanto silvestres como cultivadas; una mayor desertización en las zonas áridas, lo que favorece la extensión de plantas más resistentes, como las salsolas o los quenopodios, las cuales producen pólenes más alergénicos; o un aumento de la proliferación de ácaros en las zonas de costa, ya que las temperaturas cálidas hacen que los ácaros proliferen con más facilidad y que aumente la presencia de hongos ambientales.
De esta manera, los contaminantes ambientales tienen varios y diferentes efectos sobre las personas alérgicas, entre los que destaca el hecho de que aumentan la intensidad de los síntomas alérgicos en las personas que sufren enfermedades alérgicas respiratorias.
Determinados contaminantes ambientales hacen que el sistema inmunitario sea más reactivo y se sensibilice con más facilidad; al tiempo que se estresan las plantas haciendo que produzcan pólenes más alergénicos y, por tanto, más reactivos.
Por todos estos motivos, se puede decir que existe una relación directa entre la alergia y el cambio climático; aunque está en nuestras manos frenar el calentamiento global del planeta haciendo un uso más responsable de los recursos.
