Cuando se padece sensibilidad química múltiple...

Cuando se padece sensibilidad química múltiple...

A Juncal Etxeberria las sustancias químicas sintéticas le hacen enfermar, y sufre tanto que llega a tener que aislarse para no entrar en contacto con productos tan diversos y comunes como son los utilizados para la limpieza, colonias, disolventes o incluso algunos alimentos y medicamentos.

De lo contrario, esta donostiarra sabe que aparecerá el dolor corporal, le costará respirar, además de un extenso listado de síntomas con los que no le queda más remedio que convivir.

Cuent el Diario Vasco que esta mujer padece un mal originado como consecuencia de la vida moderna y que se denomina  sensibilidad química múltiple (SQM), aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no considera aún este tipo de sensibilidad una enfermedad como tal.

«Yo llevaba una vida normal, trabajaba, viajaba, salía, comía de todo... Hasta que un día, hace 20 años, empezaron los síntomas: cansancio, dolor de piernas, molestias en las rodillas, en la espalda, contracturas musculares...». Fue entonces cuando empezó el vía crucis de un médico a otro, de una especialidad a otra. Pero Juncal no mejoraba, sino más bien al contrario: empeoraba, y mucho.

«Me diagnosticaron fibromialgia pero con el tiempo me fui dando cuenta de que tenía desarrollado el SQM. Empecé a sospechar porque entraba en cualquier tienda y tenía que salir corriendo por los olores. Empezaba a toser un montón y sentía que me ahogaba. No era normal», ha declarado al diario donostiarra, a la vez que rememoraba el calvario que pasó porque no daba con ningún especialista en Gipuzkoa que pudiera tratarle.

A pesar de todo, de los dolores de cabeza, los picores de ojos y boca, el cansancio generalizado y de los problemas cognitivos que padece cada vez que siente un agente químico cerca, ha conseguido llevar, según cuenta, «una vida casi normal». «Tengo días mejores y días peores. Me levanto tarde, es como estar los 365 días del año con un gripazo tremendo. Siempre me encuentro cansada y con dolores de cabeza. Yo quiero moverme pero mi cuerpo no responde. Al mediodía hago la comida, las veces que puedo, y luego me acuesto o salgo a dar un paseo. Eso sí, siempre con la mascarilla a cuestas, ya que cualquier perfume o producto químico me intoxica y me produce un malestar tremendo», lamenta la donostiarra.

Este síndrome puede iniciarse por la exposición a un solo producto químico en el medio ambiente, principalmente un insecticida organofosforado o un disolvente orgánico. Una vez iniciada la reacción a este desencadenante primario, la persona también puede enfermar por la exposición a desencadenantes secundarios, como productos de limpieza doméstica como la lejía, perfumes, desodorantes, pinturas y barnices.

Esta hipersensibilidad a la química tiene unas consecuencias a nivel social y profesional con las que esta mujer donostiarra ha tenido que aprender a lidiar. «Tienes que dejar de trabajar porque estás cansada y no puedes más pero tampoco hay ayudas. En muchos trabajos se creen que mientes o que es todo psicológico y eso hace que muchos se avergüencen de lo que padecen y se queden callados», lamenta.

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